martes, 19 de junio de 2012

Evidencias fenicias en Sudamérica

Los fenicios llegaron hasta casi el Cabo San Roque, extremo oriental de Brazil. Venían circunnavegando el planeta, y a esa altura estaban buscando sin duda la desembocadura del Río Amazonas, en cuyas orillas tenáin asentamentos. Labraron una piedra conmemorativa encontrada mucho tiempo después: la Piedra de Paraiba.
El orientalista Lienhardt Delekat [Phönicier in Amerika, Bonn,  1969] ha demostrado el carácter cananeo de la Piedra de Paraíba (actualmente la ciudad se llama Joao Pessoa y es capital del estado de Paría, al sur del Cabo San Roque, en Brasil). 
La piedra, que al encontrarla en una plantación se partió en cuatro pedazos,  desapareció,  pero antes se hicieron copias de la inscripción.

Fue encontrada en 1872 y quizás sea una prueba de que estos navegantes fenicios llegaron a Brasil hace 2.500 años. 
El estudio más completo sobre el texto de Paraiba se debe a Delekat, de la Universidad de Bonn. Delekat concluye que el texto está escrito en sidonio antiguo de fines del siglo VI a.J.C., y diría así:
Somos hijos de Canaán, de la ciudad de Sidón. El reino se dedica al comercio. Estamos varados en esta costa montañosa lejana y queremos sacrificar ante los dioses y las diosas. En el año 19 del reinado de Irma, hemos zarpado de Ezlon Geber por el Mar Rojo, con diez barcos.
Hemos navegado ya dos años y hemos circunnavegado esta tierra, tanto caliente como lejana de las manos de Baal (i.e. fría) y hemos llegado aquí doce hombres y tres mujeres, porque en otra costa diez de ellas han muerto, porque habían pecado. Que los dioses y las diosas nos sean favorables”.
El estudio  del texto lleva a Delekat a una conclusión inesperada. Los navegantes fenicios habrían llegado a Brasil por el Pacífico, pasando por el sur del Estrecho de Bering y el sur del Cabo de Hornos (zonas frías).

No cabe la menor duda sobre la gran habilidad y experiencia náutica fenicias -estén al servicio de los hebreos, de los egipcios o de los persas- para realizar el viaje  transpacífico utilizando las corrientes marinas y los vientos regulares. Las naves egipcias desplazaban 6.500 toneladas, como la de Ptolomeo IV Philopator (222-205 a.J.C.). De hecho, el historiador hebreo Flavio Josefo habla de barcos que, además de su tripulación, llevaban seiscientos pasajeros y mercancías.

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